Con la que está cayendo, ¿podemos esperar a alguien?

La verdad es que no está el horno para bollos: la crisis se sigue cebando en muchas de nuestras familias; los pactos políticos parece que no son del agrado de muchos sobre todo viendo las posibilidades que nos quedan; las declaraciones de algunos miembros del gobierno en materia religiosa pues parece que lo único que hacen es poner más nerviosos – si cabe – al personal. En definitiva, que no está el horno para demasiados pasteles y su disfrute posterior.

Volvemos, llegados a este punto, a utilizar un verbo: ESPERAR, un adjetivo, ESPERANZA; Pero también es verdad que cuanto más utilizamos ciertas cosas nos llevan a desgastarlas de tal manera que pierden su significado y su interés. Cuando a alguien le decimos que espera, ten paciencia, ya verás como todo se soluciona, no tengas prisa, dale tiempo al tiempo…. y este pasa a una velocidad de vértigo… pues como que no encajan ciertas cosas.

Pero hay palabras o expresiones que, en un momento dado, se ponen de moda y son muy utilizadas. Una de esas palabras es ilusionante,  que suele emplearse para hablar de un proyecto ilusionante, de un tiempo ilusionante, una fecha ilusionante… Pero la palabra no se crean que me gusta mucho, puesto que la palabra ilusión hace referencia a algo que carece de un fundamento real. Y aunque se puede tomar en un sentido positivo, como sentimiento de anticipación a algo que genera entusiasmo y alegría, llega hasta ahí y cuando esto sucede, se pierde la ilusión. Además si por cualquier motivo este hecho o acontecimiento, no llega a producirse, se rompe, la ilusión se convierte en des-ilusión.

Esto, a veces, puede ocurrir con la Navidad y con los pasos previos a ella en el adviento. Corremos el riesgo de querer que llegue para vivir la «ilusión » de las luces, de la decoración de escaparates y establecimientos, de las decoraciones de las calles, de los regalos que en esta fecha nos intercambiamos…Pero para un cristiano que se precie, el adviento no ha de ser un tiempo ilusionante, sino un tiempo esperanzante que son dos cosas distintas.

La esperanza cristiana no es la ilusión de que algo bueno nos puede ocurrir. La esperanza cristiana es una virtud arriesgada y no una ilusión como la que tenían los israelitas. Nuestra esperanza tiene un nombre, Jesús de Nazaret, y tiene una meta: la cruz como bandera de un Reino que se adelanta a nuestro mundo.

Claro, esto nos lleva a estar preparados. A no bajar la guardia a pesar de las adversidades; a tener siempre la alerta en su punto máximo, puesto que no sabemos ni el día ni la hora. Como dice el Papa, «una mujer embarazada todos los días se toca la barriga, para notar y saborear lo que lleva dentro de sus entrañas». Nosotros los cristianos parece que muchas veces tiramos la toalla porque no vemos la luz al final del túnel y a lo mejor no es cuestión de verla sino de creer que esa luz es posible.

Reivindico de nuevo el derecho a la esperanza; reivindico el derecho a estar preparados para lo que se nos avecina; reivindico el derecho a que a pesar de todas las dificultades habidas y por haber, siempre hay un hueco para la espera, las ganas y la certeza de que el pobre de Belén se hace presente allí donde el pobre le necesita.

                                                                                       Feliz Adviento. Hasta la próxima.                   Paco Mira.

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