Nos encontramos ya en el quinto domingo de Cuaresma, últimas celebraciones previas a la Semana Santa, ya cercanas al Domingo de Ramos. Con la liturgia de este día nos seguimos preparando ya para las próximas celebraciones pascuales. Con esa confianza de participar un día de la Pascua definitiva con Jesús.
Este último domingo de Cuaresma insiste en presentarnos a un Dios que siempre es capaz de actuar de modo novedoso: abre ante el pueblo exiliado en Babilonia un camino de libertad en medio del desierto; cambia la suerte del salmista; empuja a Pablo hacia una meta de perfección que le será dada tras la resurrección de los muertos; da una nueva oportunidad a la mujer adúltera y le regala un futuro de libertad y plenitud.
Estas son las lecturas de este domingo y el vídeo del evangelio.


La parábola del padre y los dos hijos, además de ser una obra maestra de la literatura, constituye el núcleo del Evangelio del Señor. Podríamos decir que esta parábola es el Evangelio del Evangelio. Si alguien nos pregunta qué es el cristianismo, el cristianismo es esta parábola»

En el tercer domingo de Cuaresma, en el día del Señor, les acogemos con alegría en la Casa de Dios para celebrar la Santa Eucaristía, rumbo a la gran fiesta pascual. En la liturgia de hoy, Jesús nos va a hablar de la higuera que no da fruto. Una estupenda ocasión para descubrir la gran paciencia que Dios tiene con cada uno de nosotros, a pesar de que nuestra existencia no siempre da los frutos esperados.
Hay un cuento muy conocido (con diferentes versiones) sobre dos albañiles que están levantando un muro. Una persona le pregunta a uno de ellos qué está haciendo y le responde con resignación: ‘Pues poner ladrillos. Es duro, pero con algo hay que ganarse la vida’. Un poco después la misma persona pregunta al otro albañil qué está haciendo, y éste le responde con ánimo alegre: ‘Estoy construyendo una catedral’. El trabajo es el mismo para los dos, pero lo viven de forma completamente diferente: mientras que para el primero es un trabajo pesado y rutinario cuyo único fin es ganar el sueldo, para el segundo ese trabajo pesado y rutinario tiene un objetivo, una meta más grande, y eso le proporciona satisfacción porque da sentido al esfuerzo que está realizando.
Nos reunimos hoy para celebrar la Santa Misa en el segundo domingo de cuaresma. El salmista resume el tema central de las lecturas de este domingo: la esperanza en un Dios que es luz y salvación, aun en medio de las dificultades. Abrahán salió de su tierra y se encontró con un Dios que promete, se compromete y manifiesta su rostro transfigurado en Jesucristo. Como hizo Pablo también nosotros ponemos nuestra confianza en el Señor crucificado y resucitado.
Si cerramos los ojos y nos ponemos a soñar con ser un deportista de élite o nos fijamos en alguno que nos cause simpatía, nos damos cuenta que no ha llegado por arte de magia a lo que hoy en día es: esfuerzo, sacrificio, horas de gimnasio, horas que le ha robado a la familia, cantidad de privaciones para poder llegar hasta donde ha llegado…. es lo que podríamos denominar “el gimnasio de la cuaresma”. En definitiva donde nos ponemos en forma para poder llegar a la pascua en el mejor momento posible. Y para ello empezamos y comenzamos con algo duro: el desierto.






























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