Amar a Dios carecía de sentido para los antiguos griegos. Los dioses podían amar a las personas humanas manifestándoles su predilección y concediéndoles especiales dones y favores. Como señal de reconocimiento, esperaban de las personas privilegiadas por los bienes recibidos, sacrificios y holocaustos. Un reflejo de esta mentalidad se encuentra en algunos textos del A. T. Por boca del profeta Malaquías, el Señor se lamenta de los despreciables holocaustos que le ofrecen los sacerdotes: “El hijo honra a su padre, el servidor a su señor… ¿Dónde está el honor que me pertenece?”
Este es el enlace de las lecturas de este domingo y también les dejamos con el vídeo para que lo vean en familia.