La tradición litúrgica nos dice que la fiesta de hoy se celebraba en Jerusalén ya en siglo V. Su título contiene la finalidad de la misma: enaltecer y glorificar la cruz de Cristo. Porque la cruz, señal del discípulo de Jesús, no es signo de muerte sino de vida, como expresa el simbolismo de la serpiente de bronce en el desierto; no de infamia y derrota sino de salvación y victoria; no de masoquismo sino de amor.
Escucharemos en la primera lectura un texto muy interesante, tomado del libro del los Números. El relato surge de la conjugación de varios elementos. El primero es el dato real de las serpientes venenosas existentes en la región; el segundo es la creencia en virtudes curativas de la serpiente; y el tercero es un ídolo en forma de serpiente de bronce que había en el templo de Jerusalén.
La segunda lectura está tomada de la carta de san Pablo a los filipenses. Pablo empieza exhortando a los dirigentes de la comunidad de Filipos, que ya empieza a sentir la tentación del mando. Para ello les propone el ejemplo de Cristo, y compone un bellísimo himno que servirá siempre como eje de cualquier construcción cristológica y eclesiológica.
Como vimos en la primera lectura, la serpiente levantada por Moisés fue “señal de salud”. Esta acción de Moisés y la “señal de salud” adquiere su sentido pleno y total en Cristo Jesús: mirando y creyendo en Jesús, en los distintos niveles que la elevación implica –crucifixión-resurrección-exaltación-, se alcanza la salud, la vida en plenitud, la vida eterna.
Estas son las lecturas de este domingo y el vídeo del evangelio.































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