
El ser humano está hecho para vivir en la unidad y para la hermandad de fe en Jesús. Como somos humanos y cristianos, crecemos y vivimos no aisladamente sino en comunidad. La base de toda comunidad humana es la familia y por eso la Iglesia exhorta a los matrimonios a la fidelidad. Muchas veces esto es difícil, pero Jesús, por su pasión y muerte, nos da la fuerza necesaria. El texto evangélico de hoy nos explica que Dios ha creado al ser humano hombre y mujer y en su unión matrimonial uno y otro se enriquecen y se complementan mutuamente. La unión es sagrada y nada ni nadie debe separarla.
Estas son las lecturas este domingo y el vídeo del evangelio.
En la vida en general y en la de los cristianos en particular, hay cosas que se dan por hecho, porque parece que son evidentes, pero que sin embargo no se cumplen o no hacemos que se cumpla. ¿los cristianos tenemos que ser uno?. La teoría nos dice que sí, sin embargo la práctica nos va a decir que no siempre sucede aquello que deseamos. Triste, pero cierto.
El pasado mes de junio, pero últimamente cualquier día, fue notica el rescate de un cayuco por parte de la tripulación de un crucero de lujo que realizaba la vuelta al mundo. El cayuco llevaba unos 20 días en el mar, y necesitaba ayuda urgente: en él había 68 supervivientes y cinco fallecidos. Podemos imaginarnos el enorme contraste, en todos los sentidos, entre lo que es un crucero de lujo y un cayuco. Unos pasajeros del crucero de lujo dijeron que esto había sido un golpe de realidad. Vivimos en una burbuja de fantasía y, de repente, te topas con la triste realidad.
Bienvenidos todos a la fiesta cristina del día del Señor. Los hijos de Dios venimos a celebrar con gozo el amor que redime, llena y salva, el amor de Dios. Demos gracias al Espíritu que nos ha traído a su casa, estemos atentos a la Palabra que vamos a proclamar, y dejémonos inundar por la presencia serena y amorosa del Señor Jesús. El Espíritu de Dios trabaja siempre y trabaja a través de todos los que se dejan guiar por él. Nuestra misión es dejarle trabajar y animar a los hermanos a dejarse invadir por él.
Es muy común decir que vivimos tiempos de crispación. Lo vemos en la política, en las redes sociales, en los programas de televisión y también en diferentes aspectos de la vida social: a la mínima salta al chispa y se producen discusiones, a menudo con violencia verbal y también, por desgracia, física. Y si nos detenemos en nuestros ámbito más personal, comprobaremos que también están muy presentes las discusiones. En general, consideramos a quien no piensa o se comporta como nosotros, no como mero contrincante que pretende algo distinto, sino como un adversario, como un enemigo al que hay que derrotar y, si es posible, machacándolo.

A nadie le gusta sufrir, sin embargo, todos sabemos que el sufrimiento forma parte de nuestra vida. Por su conocimiento de la Biblia, especialmente de los cantos del siervo de Yavé, Jesús sabía que Él tendría que seguir el paso liberador de la cruz y de ese modo poner en práctica el plan del Padre. Como cristianos que somos, podemos unir nuestros sufrimientos a los de Jesús para que sean salvíficos o dejar que ellos nos hagan sentir infelices y miserables. El Evangelio de hoy nos presenta un momento culminante en la revelación del misterio de Cristo, según San Marcos. En el texto distinguimos tres partes; en las dos primeras Jesús se dirige a los discípulos y en la tercera a ellos y a los demás seguidores.
Allá por el mes de febrero, los cinéfilos están de fiesta. Se resuelven los premios óscar a las mejores producciones cinematográficas de todo un año. Cada uno compite en su idioma, con sus mejores actores, con nervios y cada uno esperando que su nombre sea el del sobre ganador: por prestigio, reconocimiento, mérito, etc… Para entrar en el teatro donde todo ello acontece, se coloca una alfombra roja, la de los grandes acontecimientos y donde las grandes estrellas van pasando para posar ante los medios de comunicación de todo el mundo y que su imagen quede para la posteridad.
Todos los cumpleaños son importantes y tienen sentido. Pero, la edad nos marca la importancia de los mismos: no es lo mismo celebrar tu nacimiento cuando tienes diez años o menos, que cuando tienes veinte o de los veinte en adelante. Probablemente porque lo que marca el gran sentido de los cumpleaños es la visión que tengamos de la vida en la edad en que los celebramos.





























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