Vaya por delante, mi felicitación a León XIV. Volvemos a reavivar el sentido de la Iglesia con el mundo del trabajo. Ojalá que San Agustín le ayude y le acompañe en su pontificado y que su cercanía sea el santo y seña de la Iglesia en un mundo en el que Dios quiere hacerse hueco.
Que vivimos en un mundo invadido por el ruido, eso no lo niega nadie. No hace mucho la sociedad estatal de ornitolaringología española, decía que en un plazo de 40 años, los españoles habíamos perdido un 12% de la audición. Y lo habíamos perdido porque ante tanta y atronadora información, no escuchábamos y lo sustituíamos por el grito, para que los demás pensando que eran como nosotros, también les gritamos.
Somo víctimas de una lluvia tan abrumadora de palabras, voces y ruidos que corremos el riesgo de perder nuestra capacidad para escuchar la voz que necesitamos oir para tener vida. ¿Cómo puede resonar en esta sociedad las palabras de Jesús que leemos hoy en el evangelio y que dicen: «mis ovejas escuchan mi voz… y yo les doy la vida eterna». Apenas sabemos ya callarnos, estar atentos y permanecer abiertos a esa Palabra viva que está presente en lo más hondo de la vida y de nuestro ser, como para escuchar su voz.




Queridos hermanos, nos reunimos en este lugar santo para celebrar el Cuarto Domingo de Pascua, en el que reconocemos a Jesucristo como nuestro único pastor.
¡Cuántos sermones dominicales, pláticas religiosas, actos de piedad, procesiones…!, ¡Cuántas catequesis de primera comunión, de bautismo, de adúltos, de confirmación, prematrimoniales!.¡Cuántos sacramentos llevamos administrados!… y ya ves: 
Hoy celebramos el tercer domingo de Pascua. La Eucaristía es la gran plegaria de la Iglesia para fortalecer la fe. La persecución de la Iglesia es por obedecer a Dios antes que a los hombres. Los apóstoles continuaron su predicación con la ayuda del Espíritu Santo a pesar de las amenazas y el riesgo de ser encarcelados.
Hay acontecimientos en la vida que por más que se planifiquen no salen. Y cuando salen, seguro que no estaban planificados. El domingo de pascua, nadie podía imaginar que a nuestro Papa Francisco le quedaban horas de vida. Igual sus médicos o gente más allegada, andaban corriendo por el Vaticano porque se preveía ya el anticipo de lo que iba a suceder. Nos ha dejado un gran hombre, un gran pastoralista, el que en castellano tradujo lo que inició Benedicto XVI y al que – como buen teólogo – casi nadie entendía (probablemente es un toque de atención para el lenguaje de los teólogos), creo que nos ha dejado un hombre bueno, cercano, amable, cariñoso, evangélico, amigo de abrir ventanas (como en su momento Juan XIII con el Concilio Vaticano II) para que corriese el aire y que nosotros cerramos para no coger gripe.
Queridos hermanos: Que resuene en todo el mundo la Buena Noticia que nos llena de esperanza: Cristo ha resucitado. De Él nos viene el gozo de las fiestas pascuales y de Él nos vienen la misericordia que estamos recibiendo en este año jubilar. Oremos por el eterno descanso del Papa Francisco, dando gracias al Señor por su ministerio pastoral y su testimonio como peregrino de esperanza.

































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