NOSOTROS, ¿TAMBIÉN PREDICAMOS EN EL DESIERTO?

Colaboración de nuestro amigo Paco Mira en este segundo domingo de adviento.

» Hay que tener valor para vivir en el desierto. Hace poco se murió el único superviviente de la matanza de Argelia, de los anacoretas que vivían en el desierto, hace algunos años. En alguna ocasión él decía que era el lugar donde mejor se vivía, donde mejor se podía encontrar con uno mismo, donde mejor se podía encontrar con Dios, donde mejor se podía encontrar – cuando fue posible y antes de la matanza – con los hermanos. La verdad es hay que echarle valor a sus palabras, porque probablemente el desierto invita a todo, menos a lo bueno.

Sin embargo creo que todos necesitamos algo de desierto. En un «mar de asfalto excesivamente comercializado», creo que necesitamos – al menos los cristianos – un poco de silencio, de calma, de tranquilidad, de encontrarnos con nosotros mismos. La aridez del desierto es el que nos tiene que poner a todos en el lugar que nos corresponde y ello nos viene bien ahora que entramos en ese tiempo maravilloso llamado Adviento.

Creo que Juan, el Bautista, lo entendió a la primera. Un hombre que no le tenía miedo a las consecuencias de su predicación y que no todo el mundo acabó de entenderlo. Juan supo poner de manifiesto que el que venía detrás de él, era más importante que su propia persona, y aunque supiera que su persona corría peligro, no le importó poner la verdad por encima de todo.

A veces, nosotros por vergüenza, no predicamos ni siquiera en el desierto. Y a veces, nuestro mensaje se queda en el polvo de la arena del desierto. Deberíamos de revisar nuestro mensaje. Deberíamos de revisar lo que anunciamos y decimos que creemos, ¿predicamos en el desierto?, ¿nuestra predicación llega a alguien?, ¿la covid19, puso de manifiesto nuestra miseria religiosa y ya nadie nos escucha o nos sigue?. Les confieso que si eso es verdad, Juan el Bautista fue un héroe.

Gracias a Francisco, nuestro Papa, que se dio cuenta del hecho, nos ha convocado a caminar en sinodalidad. A caminar juntos, a lo que Juan anunciaba como Preparar el camino al Señor. No se trata de hacer una Iglesia nueva, sino que aprovechando lo que tenemos, seamos capaces de hacer una Iglesia del tercer milenio.

Hace poco nos metieron (o nos siguen metiendo) el miedo en el cuerpo conque se van a acabar las cosas y por ello tenemos que llenar nuestras despensas, porque vamos a estar desabastecidos. No sé si en todo ello hemos procurado dejar un hueco en nuestro corazón para «preparar el camino al Señor», preparar un lugar para que Jesús, de verdad nazca en nuestro corazón.

Juan, aún viviendo en el desierto, aún viviendo en las dificultades de la vida, aún sabiendo que los que le escuchaban no le iban a hacer mucho caso, grito en el desierto de de la vida, preparen, anímense, alégrense, … porque entre todos podemos hacer realidad el nacimiento de la Vida.

Ojala que seamos la voz de la Palabra. Ojala que seamos capaces de allanar los senderos. Ojala que seamos capaces de recordarnos cada domingo, con nuestra corona de adviento correspondiente que preparar el camino al Señor es algo que requiere tiempo, sin prisa, cuidar cada momento y cada espacio.

Amigos, vamos camino del segundo domingo. Queda menos, pero en nuestras manos está en no predicar solamente en el desierto y aunque lo hagamos, que gritemos Preparar el camino al Señor.»

Hasta la próxima. Paco Mira

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