DOMINGO XIV DEL TIEMPO ORDINARIO.

Bienvenidos, hermanos y hermanas, a la fiesta de Jesús, el pan de vida. La palabra de Dios, en este domingo, nos invita a la alegría. Es la alegría de asumir nuestra parte de responsabilidad en la proclamación de la buena noticia. La alegría de correr la carrera de la fe y mantenernos fieles hasta el final. La alegría es la recompensa que nos acompaña en el camino de la vida cristiana.

En la primera lectura el profeta promete que Jerusalén, la ciudad santa, será fuente de alegría y consuelo para todos los que creen en el poder de Dios. El poder de Dios se manifestará a Israel y a todos los que pongan en Dios su fe y su esperanza.

Pablo, en la segunda lectura, anuncia que las leyes antiguas no le interesan ya, que lo único que le importa es la cruz salvadora de Cristo. Pablo tiene sus cicatrices para demostrar que ha sido herido en su servicio a la palabra de Dios, pero esto no importa porque esto no ha sido obstáculo para llevar a cabo su ministerio. Lo que importa a Pablo es Cristo y éste crucificado.

En el evangelio Jesús envía a los discípulos a proclamar la Buena Noticia del Reino y les dicta las normas por las que se han de guiar en su trabajo.Y les promete que quienes les reciban recibirán el don del Espíritu y los que les rechacen rechazan el poder del amor y la reconciliación.

Estas son las lecturas de este domingo y el vídeo del evangelio.

 

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