NUESTROS ABUELOS SEGURO QUE TAMBIÉN LO FUERON.

Colaboración de nuestro amigo Paco Mira con motivo del domingo 26 del tiempo ordinario.            ( 25 de septiembre de 2022 ).

Les aseguro que llevamos unos fines de semana, en los que Jesús nos está dando una tralla increíble. Y me da la sensación que nosotros, que nos sentimos aludidos, miramos para otro lado: que si la oveja perdida, que si la moneda que no encuentro, el administrador que no lo hacía como debía… ahora viene Jesús y nos pone en una balanza al rico y a Lázaro. Pero es que, además, la Iglesia nos recuerda que este fin de semana es la jornada del migrante y del refugiado.

Yo lo comparo con las olas de calor que hemos sufrido este verano, junto con los incendios forestales y la enorme sequía que padecemos, ha hecho que muchas personas hayan caído ahora en la cuenta de que lo del “cambio climático” es verdad. Desde hace muchos años hemos oído hablar de este tema, de las consecuencias que acarrearía, de las medidas que había que adoptar… pero hasta que hemos alcanzado temperaturas récord y se han quemado cientos de miles de hectáreas, no hemos empezado a convencernos de que el problema es real. Aun así, muchos siguen sin cambiar hábitos, pensando que ese problema no va con ellos y que su estilo de vida no tiene consecuencias. Encima, las lecturas de este finde nos van a recordar que vanidad de vanidades, todo es vanidad.

Hay quien pone lo material, lo superfluo por encima de las personas. Como si cuando nos llamen para dar cuenta de nuestra vida tuviéramos que hacer un inventario de lo que tenemos, de lo que repartimos y de lo que dejamos. Y curiosamente aquí va a quedar todo, no nos vamos a llevar nada, pero sí nos podremos llevar la satisfacción de cumplir con el deber de amar, querer, respetar y solidarizarnos con aquellos que prácticamente no cuentan.

Cuando nuestros abuelos se iban a trabajar al extranjero (¡cuántos canario no tienen a algún familiar, todavía vivo, repartido por la geografía mundial!), fueron en muchos de los casos migrantes y refugiados. Gente extranjera en un país extraño, donde por no entender, no entendían ni la lengua e incluso se les hacía complicada la comunicación con los demás. Pero siempre han tenido la gran suerte de dejarse querer, de ser aceptados y acogidos por aquellos que no entendían su lengua.

¡Cuántas veces Caritas nos recuerda de la cantidad de Lázaros de nuestras sociedades!. Lázaros que viven y conviven con nosotros, refugiados, migrantes, escapados de una sociedad – la suya – que no les permite desarrollarse como personas. Y nosotros, como el rico del evangelio, les tiramos las migajas que nos sobran: ¡que vayan a trabajar!, ¡son unos vagos!, ¡nos vienen a quitar el puesto de trabajo!… y todo porque no somos nosotros los protagonistas de esa situación y creemos que nunca vamos a serlo.

Ninguno de nosotros puede sentirse seguro o a salvo de los problemas generales de nuestro mundo. Todos, ricos y pobres, estamos metidos en el mismo barco de la vida y a todos nos conviene remar en la misma dirección, porque la salvación ha de ser para todos igual, y lo demás será vanidad de vanidades, todo vanidad.

La tempestad de la vida desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades. Nos muestra cómo habíamos dejado dormido y abandonado lo que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad. 

No desperdiciemos la oportunidad que nos da la vida de hacer el bien, con el bien y para el bien de los demás. Nuestros abuelos nos dieron una lección; los pobres nos retan a que ese bien se encarne en una sociedad, a veces, del descarte. Y no nos creamos mejores que nadie, porque no nos olvidemos que vanidad de vanidades, todo es vanidad.

Hasta la próxima. Paco Mira

Please follow and like us:
Zona Pastoral Tamaraceite
Tradúcenos
Social Share Buttons and Icons powered by Ultimatelysocial
error

Enjoy this blog? Please spread the word :)