JUAN, ¡QUÉ GRANDE FUE Y ES!

Todos los “juanes” que conozco son buenos. Todos los juanes que conozco, tienen su chispa impulsiva. Todos los juanes que conozco son de carácter, pero como dije al principio, son buenos. Quiero creer que el Juan de la historia de hoy, también fue bueno. Debió ser un tío rudo, un tío con agallas (por no decir un taco en estas páginas), un tío convencido y con capacidad de convicción en unos momentos nada fáciles. Pero, sobre todo, un tío convencido de lo que decía y de lo que hacía, porque además daba ejemplo.

Creo que desde nuestra infancia todos necesitamos modelos de identificación, personas que nos sirven de referencia para poder desarrollarnos como debemos. Pero en la época adulta, también necesitamos personas que orienten nuestra vida, desde un sicólogo (que no es nada malo acudir a él), que a veces llamamos terapeuta o especialista, o un couch. En definitiva, personas que aprovechando sus dotes nos ayudan en un camino nada fácil, como es el camino de la vida y de la historia.

Pero claro, hay líderes que en vez de ayudar, lo que hacen es satisfacer las necesidades en beneficio propio. Son los falsos profetas, aquellos que dicen saber sin saber lo que hacen o dicen.

Admiro a este Juan. No sabemos su apellido, pero sí sabemos a lo que se dedicaba. Su profesión era invitar a la aceptación a los demás, a la humildad (a no merecer desatar la correa de las sandalias); a no engañar a nadie (no soy yo, detrás de mí….), sabiendo que no es él, hay que preparar el camino del Señor. Un camino que él entiende que no es nada fácil, pero es que nunca lo fue.

Quizás su aspecto no era el más adecuado para “hablar en nombre de otro” (piel de camello, correa de cuero…). Juan probablemente no lo quiso, pero se convirtió en un líder, pero un líder positivo que a diferencia de otros, no busca ni el poder ni su interés personal, sino el bien de todo el pueblo y como casi siempre pasa, no todo el pueblo acaba de entenderlo. Los medios para alcanzar esos objetivos eran claros: la conversión y una palabra clave: conviértanse.

Hoy en día hacen falta “Juanes”. Gente, que convencida de que el mensaje de un tal Jesús de Nazaret funciona. Gente que ante unas situaciones complicadas a nivel religioso, siguen anunciando, ante las dificultades, que Jesús de Nazaret merece la pena. Hacen falta gente que sea consecuente con lo que asimila, y sobre todo lo pone en práctica.

El tiempo de adviento nos recuerda qué cualidades deben cumplir quienes ejerzan un liderazgo positivo: estilo de vida coherente, humildad para orientar siempre hacia el Señor y no hacia sí mismo, valentía para llamar a la conversión sin ocultar las dificultades.

Y el tiempo de adviento también nos recuerda que el liderazgo positivo no sustituye nuestra iniciativa, nuestro compromiso, que aunque es un tiempo de espera, es una espera activa que nos implica a todos a dar el fruto que pide la conversión, para poder encontrarnos con nuestro verdadero líder, el Dios que nace entre nosotros para mostrarnos el camino hacia el Padre.

Preparen el camino del Señor!. ¡Cuántos caminos y sendas tenemos que enderezar!. Muchos pensamos en largos kilometrajes por culpa de la guerra, pero sin embargo, seguro que muy cerca podemos también preparar el camino del Señor: en nuestras relaciones de familia, con los amigos, en el trabajo, en nuestras relaciones de pareja.

El final de Juan, el Bautista, no es el más adecuado, ni el que queremos para ninguno, pero la verdad tiene un precio. Hoy en día hay muchos Juanes que anuncian y denuncian; que son valientes y dan la cara; que nos sirven de ejemplo con el evangelio viviente de quien está convencido de su mensaje.

Gracias a Juan, el Bautista y a tantos y tantos que en el DNI no pone Juan, pero son bautistas que invitan a la conversión y a preparar el camino al gran líder que es Jesús de Nazaret.

Feliz Adviento. Hasta la próxima. Paco Mira

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