LOS POBRES EL MEJOR TALENTO PARA NO ENTERRAR LA VIDA.

Colaboración de nuestro amigo Paco Mira con motivo del domingo XXXIII del tiempo ordinario.

Hace unos meses, el Ministerio de Igualdad presentó una aplicación informática para repartir de forma corresponsable las tareas domésticas y de cuidados, y que no se dé por hecho que ha de ser un miembro de la familia el que siempre realice determinados trabajos. Aunque esta palabra no es nueva, el concepto de corresponsabilidad va tomando fuerza en muchos ámbitos, también en la Iglesia. De hecho, uno de los temas prioritarios del Sínodo Universal, que se clausuró el pasado 29 de Octubre fue la «corresponsabilidad en la misión». Muchos miembros de la Iglesia dan por hecho que la misión tienen que realizarla solo algunos miembros de la Iglesia.

Además de dar por hecho que son otros los que tienen que realizar la misión evangelizadora, cuando se nos propone que participemos de algún modo solemos poner excusas, porque creemos no ser capaces y que nos va a caer encima un trabajo enorme que va a ser una carga. Por eso Jesús nos ha mostrado lo que significa la corresponsabilidad, con la parábola de los talentos: Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus siervos y les dejó a cargo de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos, a otro dos, a otro uno, cada cual según su capacidad”.

Jesús nos enseña que quien nos pide ser corresponsables en la misión no es el cura u otra persona de la Iglesia: es Dios quien nos lo pide porque quiere contar con nosotros y porque además confía en nosotros. Nos enseña que en la misión no estamos solos: Dios llama también a otros miembros de la comunidad parroquial a la misión común.

Dios no nos pide imposibles: Dios reparte los talentos a cada cual según su capacidad y no hay unas tareas más importantes que las otras. Los talentos abarcan lo espiritual y lo material (relaciones, habilidades). Cada uno tenemos unos talentos y por ello la corresponsabilidad abarca todas las facetas de la vida.

Cuando damos por echo que la misión es cosa de otros y no asumimos nuestra responsabilidad, estamos actuando como el tercer siervo, que sintió miedo y escondió su talento bajo tierra y se lleva una reprimenda porque no hemos respondido a la confianza de Dios. Como los dos primeros siervos, tenemos que negociar nuestros talentos.

A lo largo del tiempo hemos identificado nuestra religión como creencias y prácticas para protegernos contra Dios. Esa tipo de religión solo produce miedo y Dios es un Padre al que no debemos tenerle miedo. Por eso Jesús imagina a sus seguidores como creyentes audaces dispuestos a correr riesgos y superar dificultades que son muchas.

El tercer siervo es condenado, no por hacer algo malo, sino por enterrar los talentos que se le han confiado. Quien solo busca cuidar su vida, protegerla y defenderla, la echa a perder. Quien no sigue las aspiraciones más nobles de su corazón por miedo a fracasar, ya está fracasando. Quien no toma iniciativa para no equivocarse, ya está equivocado. Quien solo se dedica a conservar su virtud y su fe, corre el riesgo de enterrar su vida. Al final no habremos cometido grandes errores, pero no habremos vivido.

Jesús es una invitación a vivir intensamente. A lo único que hemos de temer es a vivir siempre con miedo y sin arriesgarnos, con temor a salirnos de lo correcto (a veces en nuestras comunidades damos lecciones equivocadas de lo que los demás tienen que hacer).

Hoy más que nunca tenemos que negociar con nuestros talentos en la VII jornada mundial del pobre (“no apartes tu rostro de ningún pobre” (Tob 4,7). Ante un pobre no podemos volver la mirada hacia otra parte porque eso nos impedirá encontrarnos con el rostro de Jesús; los pobres necesitan con mayor urgencia nuesta humanidad, nuestro corazón abierto al amor. Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a prestarle nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a escucharlos a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos.

La fe nos enseña que cada uno de los pobres es hijo de Dios y que en él o en ella esá Cristo: cada vez que lo hicieron con uno de estos mis pequeños hermanos, lo hicieron conmigo.

Si enterramos el talento, estamos enterrando la vida, la nuestra, la de los demás y en especial este fin de semana, la de los pobres.

Hasta la próxima.Paco Mira

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