SÍ DIGAME, ¿ QUIÉN ES ?

En ocasiones nos encontramos con personas, conocidas o desconocidas, (en el trabajo, en la familia, con los amigos…) y en un momento dado sentimos que deberíamos compartir con ellas nuestra experiencia de fe. Pero suele ocurrirnos que no sabemos cómo hacerlo, nos vemos inseguros, tenemos miedo de la reacción de la otra persona… y optamos por callarnos. Pero nos queda el remordimiento de no haber sabido o de no habernos atrevido a dar testimonio más explícito de nuestra fe.

En la primera lectura hemos escuchado la llamada a Samuel. Hoy, la vida también nos llama de diferentes modos y hacia diversas realidades o metas. Pero sobre todo la vida nos llama a su plenitud, que nos es desconocida pero deseada y ese es el sentido de la vida. La vida nos puede llamar al poder, al dinero, a la envidia… pero también nos puede llamar a eso que decimos vocación: matrimonio, vida religiosa, ministerio en la Iglesia…

A Samuel, Dios lo llamó en sueños. A veces soñamos dormidos y otras veces soñamos despiertos. Siempre hemos intentado interpretar los sueños (Freud), pero soñamos – al menos despiertos – con un mundo mejor, con una familia, con una sociedad y con una Iglesia casi perfecta. Esos sueños son también una llamada (José recibe en sueños noticias sobre Jesús). Lo importante en la vida, es vivir la escucha.

Es importante escuchar la voz de la vida, la palabra de los demás, de los problemas, de la enfermedad, de las ilusiones, de las esperanzas, de la muerte.

Pero si importante es escuchar, también lo es buscar. Vivir atentos a la búsqueda es sano. Lo malo es estancarse, la instalación, la seguridad. Buscar es moverse. Las aguas estancadas no son buenas

Los discípulos del evangelio iban buscando la vida y cuando se encuentran con Jesús, le preguntan ¿dónde vives?. No le preguntan por una doctrina o dogma concreto, le preguntan dónde vive. Jesús no les da un decálogo de instrucciones para que cumplan con la normativa, sino que les llama a una relación personal con él, «vengan y lo verán».

A veces los cristianos estamos acostumbrados a vivir una religión de normas rígidas, de lo que podemos hacer o no, incluso en nuestras parroquias «es que siempre lo hemos hecho así». Pero Jesús rompe con la norma: nos llama a vivir con él, a tener una relación personal y de misericordia. Nos llama a vivir en gracia, es decir, agradecidos y desde esa relación con él, amando a los demás.

No se comienza a ser cristiano, decía Benedicto XVI, por una decisión ética o por una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida. Es por ello que desde la familia se nos invita a encontrarnos con Jesús, es lo que llamamos el primer anuncio. Es lo mismo que hizo Juan, desde su experiencia de encuentro con Jesús, que le llevó a proclamar, «este es el cordero de Dios»

Pero claro de nada sirve quedarse solamente con el primer anuncio. Juan y Andrés preguntaron ¿dónde vives? Y Jesús les invitó a ir con él. A nosotros nos tiene que pasar lo mismo: encontrarnos con Jesús es, como les decía antes, buscar, soñar, ilusionarse, manifestarlo, compartirlo, vivirlo, festejarlo, llenarnos de esperanza… en definitiva irnos – como decía un joven no hace mucho – de marcha – con Jesús.

No se trata de conocer cosas sobre Jesús, sino de sintonizar con él, interiorizar sus actitudes fundamentales y experimentar que su persona nos hace bien, reaviva nuestro espíritu y nos infunde fuerza y esperanza para vivir. Cuando esto se produce, uno se empieza a dar cuenta de lo poco que creía en él, lo mal que había entendido casi todo.

Pero lo decisivo para ser cristiano es tratar de vivir como él vivía, aunque sea de manera pobre y sencilla. Creer en lo que él creyó, dar importancia a lo que él daba importancia, interesarse por lo que él se interesaba. Mirar la vida como la miraba él, tratar a las personas como ál las trataba: acoger, escuchar y acompañar como lo hacía él. Confiar en Dios como él confiaba, orar como él oraba, contagiar esperanza como él contagiaba. Si hacemos esto, ¿no es aprender a vivir?

Hasta la próxima. Paco Mira

 

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