¡¡¡ IMPURO IMPURO … !!!

Menos mal, que en nuestros días, la lepra está prácticamente erradicada. Ser leproso no es únicamente una declaración exterior, sino que se termina convirtiendo en una definición de identidad. El enfermo camina repitiendo a gritos lo que marca su existencia: impuro, impuro… Y esa realidad no solo le separa de Dios, al que rechazó con el pecado que ahora le enferma, o de los demás: también le aisla de sí mismo. ¿Qué sentirá? ¿Cómo se hablará?. La lepra, hoy, está prácticamente curada, pero los aislados y separados, los estigmatizados siguen y son muchos. Por diferentes causas: políticas, ideológicas, culturales, de violencia física, sicológica, quizá por motivos religiosos.

Puede que nosotros nos sintamos en ocasiones completamente solos y sintonicemos con aquellos condenados a vivir en cuevas apartadas. El cartel de “impuro” que nos cuelgan o nos auto colgamos nos pesa demasiado. Escuchemos las voces de fuera, acojamos los gritos de dentro. Acoger es el primer paso para iniciar el camino de sanación.

La felicidad sólo es posible allí donde nos sentimos acogidos y aceptados. Donde falta acogida, falta vida, nuestro ser se paraliza, la creatividad se atrofial. Por eso una sociedad cerrada es una sociedad sin futuro. Una sociedad que mata la esperanza de vida de los marginados y que finalmente se hunde a sí misma (Moltmann).

Son muchos los factores que invitan a los hombres y mujeres de nuestro tiempo a vivir en círculos cerrados y exclusivistas. En una sociedad en la que crece la inseguridada, la indiferencia y la agresividad, es explicable que cada uno tratemos de asegurar nuestra pequeña felicidad junto a los que sentimos iguales. Las personas que son como nosotros, que piensan y quieren lo mismo que nosotros, nos dan seguridad. En cambio, las personas que son diferentes, que piensan, sienten y quieren de manera distinta a nosotros, nos producen inseguridad.

Vivimos como a la defensiva, excluyéndonos mutuamente, cada vez más incapaces de romper distancias y adoptar una postura de amistad abierta a toda persona. Nos hemos acostumbrado a aceptar sólo a los más cercanos. A los demás los toleramos, o los miramos con indiferencia, si no es con verdadera repulsa. No hay más que ver como lo hacemos con los inmigrantes que llegan a nuestras costas.

Ingenuamente pensamos que si cada uno se preocupa de asegurar su pequeña parcela de de felicidad, la humanidad seguirá caminando hacia su progreso. Y no nos damos cuenta de que estamos creando marginación, aislamiento y soledad. Y que en esta sociedad, va a ser cada vez más difícil ser feliz.

Por eso el gesto de Jesús cobra especial actualidad para nosotros. Jesús no sólo limpia al leproso. Extiende la mano y lo toca, rompiendo prejuicios, tabúes, temores y fronteras de aislamiento y marginalidad que excluyen a los leprosos de la convivencia en la sociedad judía. Los creyentes deberíamos sentirnos llamados a aportar amistad abierta a los rincones marginados de la sociedad. Son muchos los que necesitan una mano extendida que llegue a tocarlos.

Hoy que celebramos la jornada mundial del enfermo, ¡ cuántos son los que se consideran a sí mimos impuros!. ¡Cuántos hay que se automarginan para no ser una carga para los seres más queridos y cercanos!. ¡Cuántos languidecen en la soledad de un hospital, de una residencia!… muchos ancianos son marginados en los centros de trabajosin que los más cercanos le extiendan una mano, les miren a los ojos, les acaricien, les abracen, esbocen una sonrisa de complicidad y amor gratuito y gratificante. Marginación en el campo de trabajo

Hoy sigue habiendo prejuicios no por la lepra como enfermedad, sino por la lepra que nosotros queremos que exista en nuestros seres queridos y por eso suelen ser una carga para quienes nos consideramos sanos, pero interiormente estamos más enfermos que ellos. Hoy, el leproso no pide ser curado, sino limpiado, ser una persona digna y no un estorbo más allá de su dolencia. Jesús certifica esa dignidad: acercarse, escuchar, tocar…Lo que Jesús hace con el leproso y con tantos enfermos, es la bondad de Dios para con nosotros.

El enfermo, los enfermos de nuestra sociedad, saben, como el leproso, conjugar el verbo querer: nosotros ¿qué verbo conjugamos?

Hasta la próxima. Paco Mira

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