Los que son aficionados al fútbol, recordarán que en una ocasión le preguntaron al ya fallecido Luis Aragonés (que fue entrenador de la selección), cuál era la técnica para ganar un campeonato del mundo. Y él, dentro de la lógica, pero también dentro de la picardía, dijo que el único método era ganar, ganar y ganar. Está claro que si juegas mejor que otro, pero no metes goles, no te llevas el triunfo por ningún lado; luego la única opción válida es la de meter más goles que el rival. Seguro que así ganas.
El evangelio de este fin de semana, nos pone ante la tesitura del cristiano. Las palabras se las lleva el viento, las letras puede que las leamos o no, pero los gestos y las realidades de cada día son las que perduran y perdurarán para siempre. Hablar de amor, es hablar de Dios mismo. Si a un enamorado le preguntan por qué lo está, dirá un montón de cosas, pero lo más profundo de lo que siente, seguro que no tiene palabras para ello. Es algo que supera nuestra inteligencia y se sitúa en el ámbito del misterio. Mucho se ha escrito sobre el amor, pero ningún libro logrará encerrar en letra fija y muerta lo que es cambiante y vivo.
Cuando a alguien se le pregunta qué es el amor, dirá que es un sentimiento. Pero entiendo que siendo verdad, tiene que ir más alla de eso; sin duda, además de un sentimiento, es una decisión. Pero esta decisión también tiene una cierta dosis de cruz, de dolor. Seguro que Jesús de Nazaret, en la cruz, no pasó por un momento gratificante para sus sentidos. Jesús no fue un masoquista de la vida, no disfrutó del sufrimiento Su amor fue un amor de decisión dolorosa. Cuando Dios se encarna en Jesús, sabe que eso conlleva ciertas dosis de dolor.
Una sociedad que huye del dolor es una sociedad que huye del amor. La enfermedad, la muerte harán su aparición, pero tomando la cruz de cada uno y de cada día y la lleva hacia adelante, no perdemos sino que ganamos en dignidad. Amar exige abrir los ojos para ver qué ocurre a mi alrededor para descubrir dónde surge la necesidad de ejercitarme en el amor. Y la necesidad de leer la Buena Noticia para saber qué tipo de acciones he de realizar siguiendo los pasos de Jesús, ámense como yo les amo.
El amor es un ejercicio diário que nos obliga a realizarlo diariamente. Hay gente que no puede pasar un día sin ir al gimnasio, porque sino nota que le falta algo.Ojalá que nosotros sintamos la necesidad de amar diariamente, que notemos que nos falta algo. La gente que nos vea, nosotros mismos, no vamos a ser juzgados por la cantidad de veces que hemos participado de una celebración litúrgica, o de las veces que nos hemos confesado. Nos juzgarán por las veces que hemos cogido una jofaina y una toalla y hemos lavado los pies sudorosos, con callos, ennegrecidos por la falta de protección…a todos aquellos que la sociedad, cada vez más sofisticada y tecnificada, rechaza y deja apartados a las orillas de los caminos de la vida.
Nos van a juzgar por la capacidad que hemos tenido de amar, pero no como sentimiento, sino como la decisión de que tuve hambre y me dieron de comer, que tuve sed y me dieron de beber, que estuve solo, abandonado, y fuiste capaz de perder un poco de tu tiempo para dedicarselo al mío; tuviste tiempo para escucharme cuando nadie lo hacía; tuviste tiempo para acariciarme cuando la sociedad estaba pensando en infinidad de broncas porque alguien no hacía bien las cosas.
Si al final hacemos las cosas de esa manera, nos llamarán bienaventurados, felices, dichosos… porque hemos sido capaces de amar. Si a Luis Aragonés le preguntaron lo que había que hacer para ganar un mundial y él decía que era ganar, ganar y ganar, a nosotros si nos preguntan qué hay que hacer para ser un buen cristiano, es amar, amar y amar y además es que no queda otra.
Hasta la próxima. Paco Mira