Como comunidad de hermanos, comprometidos con el Proyecto de Dios, nos reunimos para celebrar nuestra fe. Si hemos de gustar el “sabor” de las bienaventuranzas, la realidad se ve con ojos diferentes. La vida ya tiene otro sabor y otra iluminación. Los pobres de espíritu, los limpios de corazón, los misericordiosos son los que están preparados para dar otro sentido a la vida propia y a la vida de los otros. Debemos estar inmersos en los acontecimientos de la historia familiar, social, eclesial. Que no hagamos nuestra vida separados de la realidad. Y, ahí, metidos en los sucesos diarios, podamos ejercer nuestra misión de ser sal y luz.
Estas son las lecturas de este domingo y el vídeo del evangelio.
































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