MEDICINA U HOMEPATÍA.

Pues la verdad es que no resulta nada fácil. Unos dirán que el primero estropea el estómago y el segundo no; Habrá quien diga que el primero es un negocio para las farmacéuticas y que el segundo no es negocio. Pero casualidades de la vida, es que en un 90 por ciento el primero cura y el segundo deja muchas dudas en el aire. Habrá quien continúe utilizando el segundo, pero todos acabamos en el centro de especialidades puesto que aquello que queremos que sea nuestra salvación no la encontramos en la tienda de la esquina.

         La medicina es el gran invento de la historia. La medicina es la que hace que la vida sea más longeva, quizás y en la mayoría de los casos, de mayor calidad, la medicina hace que el sufrimiento en algún momento sea más llevadero. Nos puede gustar más o menos, pero sin duda la medicina, nunca mejor dicho, cura. La medicina, con todos los errores que pueda tener, es la que nos hace vivir la vida y marcar esta en el momento y lugar adecuados.

         Por el contrario la homeopatía (y que ningún homeópata se me enfade), da la impresión que ha perdido un poco de fuelle. Todo el esplendor que se montó con ella, a principios del siglo XXI, parece haberse desinflado. Es más hay facultades que han eliminado la cátedra y ciclos formativos que la han quitado de los planes de estudio, puesto que han llegado a comprobar que es una cuestión más de sicología que de medicina real. Ojo, respeto ambas

         Dicho lo cual, en nuestro pueblo tenemos la medicina que nos hace falta. No falta el médico que la administra y los pacientes probablemente sean menos de los que realmente necesitan esa medicina. No estamos hablando de  cuestiones baladíes, sino de realidades que nos pueden llevar a que la vida tenga el sentido que realmente tenga que tener. En nuestro pueblo tenemos a Rafa – como decía un amigo -,  a Rafael, al arcángel, a ese ángel que está más cercano a Dios que el resto. Que lo único que pide es que quien se acerque a él tenga los pies limpios, tenga el corazón sincero para hablar desde la cercanía y la sinceridad, desde la valentía y la honradez. Rafael es el acompañante del camino, de la vida diaria, del levantarse y acostarse cotidiano, que hace que nos acerquemos cada día más a nuestro padre Dios.

         Pero me da la impresión que cada vez somos más de homeopatía que de medicina de Dios. ¿Qué ha hecho nuestro médico que no es capaz de curar los corazones heridos y los pies cansados?. Pues es la pregunta que el médico nos hace a los que hemos dicho que estamos bautizados  y somos enviados, pero que cada vez curamos menos.

         No hace falta más que hombres y mujeres buenas, como lo esperaba el joven Tobías; hombres y mujeres que no se cansen en el camino de la vida en favor de otros. Seguro que hay muchos en la vida y en el mundo. Pero más cercano lo tenemos este fin de semana, en el  que cuatro jóvenes le dan un portazo a la historia y deciden ser médicos de almas, en un mundo enfermo en muchas de sus partes. Jonathan Almeida, Jonathan Ravelo, Gerardo e Indalecio, dicen sí por la causa de Jesús. Todavía hay gente que necesita del médico, necesita de Rafaeles de la vida y de Tobías necesitados de acompañamiento.

         Pero no quiero acabar – aunque algunos me digan que no hable de muchos temas sino de uno solo – sin acordarme de D. Francisco Cases Andreu: setenta y cinco años, y trece al frente de nuestra Diócesis. Seguro que se ha equivocado bastante, ha acertado en mucho, pero marcará la historia de nuestra Diócesis. Déjeme, D. Francisco, que desde estas humildes líneas, que me consta que alguna vez lee, que le diga FELICIDADES, como se lo digo a mis compañeros en la fe de Vecindario por la medicina de Dios.

Paco Mira.

Zona Pastoral Tamaraceite
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