Dentro del otoño, quizás el mes de noviembre sea el menos querido. Da la impresión de ser un mes triste, un mes que no quisiéramos compartir en muchos de los casos…. sin embargo, a mí, no me desagrada. Fíjense que empieza recordando a los que nos han precedido, a esas grandes personas que han dejado huella en la historia de nuestra vida… y suele terminar con una llamada a la esperanza, cuando comienza el adviento.000
Pero es que en medio de esto, y ya van para cinco años, el Papa, nuestro gran Francisco, ha querido que tengamos presente a los que nos van a preceder en el reino de los cielos: a los pobres, los de las orillas de los caminos, los que no cuentan en esta sociedad más tecnificada y sofisticada, los que fueron en algún momento y ahora no lo son tanto y a los que a lo mejor nosotros hemos apartado de nuestro camino porque no son de nuestra condición.
A eso añadimos una ciudad mágica: Asís. Esa ciudad que todavía conserva el ambiente del siglo XIII; esa ciudad que todavía respira compromiso evangélico; esa ciudad en la que correteaban los ricos que al contacto con los pobres han sido evangelizados por estos. Si es que, nunca mejor dicho, los caminos del Señor son inescrutables, irrefutables y , a veces, difíciles de seguir.
El Papa vuelve a Asís este fin de semana. Vuelve a hablar, aplaudir, y a reivindicar el papel de los pobres en este mundo: Dichosos los pobres, porque de ellos es el Reino de los Cielos. ¡Y nosotros preocupados por el desabastecimiento que algunos vaticinan para los tiempos que estamos viviendo!. Está claro que el Reino de un tal Jesús, no es de este mundo.
Dice el lema de Asís de este año, que «los pobres los tienen con ustedes todos los días» y ¡cuánta verdad!. El pobre, el que nada tiene, el que no tiene nada que perder, el que no está apegado a los bienes de esta tierra, es el que más comparte, discute y defiende la verdad. Porque tiene claro que la verdad nos hace libres.
El cielo, la tierra, los enseres… pasarán, pero como dice el evangelio de este fin de semana, mis palabras no pasarán. Por desgracia sigue habiendo pobres; por desgracia sigue habiendo unos pocos que siguen apoderándose de aquello que le pertenece a otros y que entre todos podeos formar una gran familia. Por desgracia el mundo sigue estando mal repartido, pero porque nosotros no queremos que se reparta de una forma mejor. Jesús sigue gritando a los cuatro vientos, que dichosos son los pobres, los humildes, los sencillos, los agradecidos, los que no tienen el corazón ocupado de vanalidades de la vida.
Por ello decía que no me desagradaba el mes de noviembre. Empezar el mes de noviembre es oler a pobre, a sencillez, a no acaparar más de lo que realmente tenemos que tener. Noviembre no es el mes solamente de los difuntos y de olor a flores de cementerio. Es, también, el mes de la esperanza. Es el mes de que las cosas pueden ir a mejor. Es el mes del camino que comenzamos de comunión, participación y misión. Es el mes de salir a los caminos, (como lo de la parábola que los invitados no fueron y el duelo invitó a los que nadie contaba con ellos) y ofertar esa Iglesia que sea más fiel al evangelio que Jesús quiere. Y esa Iglesia empieza por la pobreza, por el testimonio y por la entrega.
Amigos: hagamos de nuestro lugar de residencia un pequeño Asís, un lugar donde nos acordemos de los que no tienen nada, que nos acordemos de aquellos que aún no teniendo, son capaces de compartir lo que son: su persona. ¡Qué maravilla!
Hasta la próxima. Paco Mira.

Celebramos un domingo más el día del Señor. La conducta de la viuda de Sarepta con el profeta Elías, a pesar de su extrema necesidad y la de la pobre viuda del templo de Jerusalén, que da todo lo que tiene para vivir, dibujan a escala menor la entrega total que de sí mismo hizo Jesús, el sacerdote y la víctima de la nueva Alianza que se ofreció para quitar los pecados de todos. Estas actitudes nos ayudan a pensar en «dar», «dar de sí», «darse». En esta semana el Evangelio Cristo nos enseña que lo que Dios aprecia es la sencillez, la humildad y la generosidad. Él alaba la calidad humana, la buena intención y el significado de una ofrenda de una humilde y necesitada viuda. Ella ha compartido de lo que necesitaba para vivir.
Este fin de semana celebramos el día de la Iglesia Diocesana. Si en cada Diócesis se celebra lo mismo, luego es como celebrar el día de la Iglesia, el día de todas las Iglesias del mundo en una sola. Mucho se ha escrito, se sigue escribiendo sobre la Iglesia. Muchos son los enlaces que hay sobre ella y con matices y carismas muy diversos: según creamos en alguno de ellos, diremos que tienen razón. Pero también es verdad que pensamos que la Iglesia tiene tinte exclusivo de mitra, anillo, palacio arzobispal, báculo, bonete, nombramiento de y en cónclave, soplo del Espíritu, etc…

En la liturgia de este fin de semana el Evangelio y la primera lectura de hoy resaltan el amor como esencia de la religión. Amor que no es solamente a Dios, sino también al prójimo. Por estar basado en el amor resulta ser el cristianismo una religión positiva por excelencia, la religión optimista del sí al ser humano, al mundo y a la vida.
Ni tampoco con el pie cambiado. Este fin de semana cambiamos la hora. Siempre que ser produce un cambio como este, hay infinidad de disculpas o no, para no llegar a tiempo a aquello que es importante: el trabajo, atender el colegio de los niños, las actividades propias de una casa… seguro que a un asadero, a la fiesta del pueblo o del vecino de al lado… siempre llegamos a la hora, porque la hora la ponemos nosotros, o el vecino.

Si me lo permiten, este fin de semana ( del 22 al 24 de octubre ) me gustaría recordar al patrón de mi pueblo, que sin ser exclusivo del mismo, celebra este finde, las fiestas en su honor: San Rafael de Vecindario. Unas fiestas, que quieren volver a arrancar después de tiempos difíciles y complicados y seguro que estando deseosos de ellas, nos resultarán un poco extrañas.




























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