Estamos a Martes y se acercan los momentos más críticos para Cristo quien sabe en todo momento cual va a ser su destino. En la palabra del día de hoy se hace una pregunta a Jesucristo, «Señor ¿ a dónde vas ?, ya anuncia que uno de sus predilectos le entregará. ¡Cuántas veces hemos entregado nosotros a nuestra familia, a compañeros de trabajo, … ! También debemos preguntarnos, ¿ a dónde iremos ?.
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Nadie encuentra nada que justifique tu condena.
Todos empeñados en sentenciarte.
Nadie tiene razones suficientes para hacerlo.
Y se empeñan en hacerlo.
Es decir, no importa la inocencia.
Lo que importa es que seas considerado merecedor de la muerte.
Nadie quiere asumir la responsabilidad de tu muerte.
Todos te quieren ver crucificado, pero eso sí, que sea el otro el que te condene.
Los judíos empeñados en que sea Pilatos quien te sentencie.
Pilatos empeñado en devolverte a los judíos y que ellos decidan sobre ti.
En pocas horas has recorrido todos los tribunales.
Todos son tan honestos que nadie decide absolverte.
Todos viven del engaño.
Salvar la propia inocencia.
Pero eso sí, que tú termines con tus huesos en la Cruz.
Así te damos muerte, pero a la vez, nos sentimos inocentes, «yo no fui”.
¿No te das cuenta, Señor, de lo sinceros y honestos que somos todos?
Todos nos escandalizamos de lo mal que lo pasan muchos hermanos nuestros.
Pero ¿crees que nos sentimos responsables?
Mutuamente nos echamos la culpa.
No hacemos nada por ellos.
Y salvamos nuestra responsabilidad culpando al gobierno, al Ministro de Economía, a quien sea.
Nosotros inocentes.
Mientras tanto, nuestros hermanos se mueren de hambre y de asco.
Es mejor cargar la responsabilidad sobre los otros. Así nosotros somos inocentes.
Porque nosotros lo experimentamos cada día.
Vas a una ventanilla y dicen que es la otra.
Vas a la otra y te remiten a no sé cual.
Al final de todo, te dicen que vuelvas mañana.
Y mañana seguimos recorriendo ventanillas.
Nosotros lo experimentamos cada día.
Por eso nos damos cuenta de lo que fue para ti que cada uno te remitiese al otro como un paquete que se envía por correo.
Frente a las situaciones difíciles con las que me encuentre en el día de hoy, deberé analizar qué responsabilidad tengo en ello.
Y asumirla. No devolvérsela a los otros.
– Es fácil tratar a las personas como si fuesen cosas: “tomadle vosotros, haced con él lo que os venga en gana”.
Las personas no son sacos de cemento que se llevan y traen y tiran.
Hay en cada persona una dignidad que debo respetar por encima de todo.
monseñor Francisco Cases Andreu, obispo de la Diócesis de Canarias y
concelebrada por los sacerdotes de la Diócesis.