
Reflexión de nuestro amigo Paco Mira con motivo del domingo I de Cuaresma.
A veces pensamos que para llegar a ser santos, hay que sufrir y además recrearse en el sufrimiento. Pero convertirse no es empeñarse en ser santos, sino aprender a vivir acogiendo el Reino de Dios y su justicia. No se nos pide una fe sublime, de tratado de teología que puede ser que no entienda nadie, sino que vivamos confiando en el amor que Dios nos tiene. Convertirse no es vivir sin pecado, sino aprender a vivir el perdón, sin orgullo ni tristeza, sin alimentar la insatisfacción por lo que deberíamos ser y no somos.
Con el miércoles de ceniza comienza el tiempo de Cuaresma en la iglesia. Las armas con las que se nos invita en este tiempo son EL AYUNO, LA ORACIÓN y LA LIMOSNA. En el evangelio de San Mateo se nos recuerdan estos términos:
La Iglesia siempre cercana a todos los seres humanos, trae hoy ante el altar a los que nosotros descartamos; a esos que no les hacemos sitio en nuestros encuentros, a esos a los que se les impide levantar la voz para que no reclamen justicia. Pero este egoísmo que llevamos tan dentro se opone a la lógica de Jesús que no le dice al leproso: “ten paciencia, aguanta un poco, debes aceptar, soporta la situación”. Le responde sin rodeos: “Quiero, queda limpio”. Después de ver este hecho ¿Qué diremos hoy a cada uno de estos que nos tienden la mano? ¿Somos conscientes de que los bienes de la tierra son de todos? El Señor, siempre paciente, espera la respuesta. Entonces, hoy sería un momento oportuno para examinarnos de si hacemos las cosas buscando nuestro bien, o buscando el bien de los hermanos
Menos mal, que en nuestros días, la lepra está prácticamente erradicada. Ser leproso no es únicamente una declaración exterior, sino que se termina convirtiendo en una definición de identidad. El enfermo camina repitiendo a gritos lo que marca su existencia: impuro, impuro… Y esa realidad no solo le separa de Dios, al que rechazó con el pecado que ahora le enferma, o de los demás: también le aisla de sí mismo. ¿Qué sentirá? ¿Cómo se hablará?. La lepra, hoy, está prácticamente curada, pero los aislados y separados, los estigmatizados siguen y son muchos. Por diferentes causas: políticas, ideológicas, culturales, de violencia física, sicológica, quizá por motivos religiosos. 
Con su poder divino Jesús vence el mal que trata de dominarnos de muchas maneras: físicas y espirituales, como veremos en el caso de Job y en los numerosos enfermos que cura Cristo. También Pablo siente la urgencia de anunciar la salvación de Dios para el ser humano, necesitado de liberación, y exclama: ¡Ay de mí si no anuncio la Buena Noticia de Dios! Pues sabe Pablo que la fe que salva, finalidad de toda evangelización, nace del Mensaje, y éste consiste en hablar de Cristo.

Al iniciarse la campaña de rebajas, un experto en ventas dijo que en las tiendas de ropa, aprovechando la gran afluencia de gente, juanto a las ofertas se ponían prendas con el rótulo «nuevo», que no estaban rebajadas, y así las personas se sentían inclinadas a adquirir esos artículos, porque les atraían más que los rebajados. Lo nuevo siempre es acogido con una predisposición favorable, nos atrae más que lo que ya conocemos, que puede resultarnos rutinario y aburrido.
Nos reunimos en torno al altar convocados por el amor y autoridad de Jesús, que nos llama e invita a cumplir la voluntad de Dios. Dios nos dirige su palabra a través de los profetas y Jesús con autoridad amorosa nos demuestra que es el mesías esperado.































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